27 febrero 2017

¿Para qué sirven los Oscar?


Al final, la gala de entrega de los Oscar ha dejado el que, por ahora, es el gran momento televisivo del año: cuando Warren Beatty y Faye Dunaway anuncian que la ganadora del premio a mejor película es "La La Land" sólo para darse cuenta, ya con todo el equipo de la cinta en el escenario, que se han equivocado y que la verdadera vencedora es "Moonlight". No hay nada como la televisión en directo, desde luego. Ese error de principiantes, y la catarata de reacciones que ha suscitado, ha hecho que la ceremonia de los Oscar sea mucho más comentada el día después de lo que habría sido de otro modo (las victorias de Viola Davis, Emma Stone, Mahershala Ali y Casey Affleck fueron de todo menos sorprendentes), y también ha llevado a las inevitables opiniones cuñadiles en Twitter sobre si "Moonlight" ha ganado sólo para fastidiar a Trump o si ya estaba bien de tanto encumbrar a "La La Land".

Lo que las nominaciones a estos Oscar, y la gala, han puesto de manifiesto es que los premios de la academia tenían este año un gran nivel y que cumplen una importante función en el mundo del cine, que es descubrir al gran público películas que, de otro modo, no se animarían a ver nunca. O de las que jamás habrían oído hablar. Sólo entre las nueve candidatas a mejor película, ¿cuàntos habríais dedicado la más mínima atención a la propia "Moonlight" o a "Jackie" si no hubieran estado incluidas ahí? ¿O a "Loving" si Ruth Negga no hubiera estado entre las nominadas a mejor actriz? ¿O a dos documentales tan potentes como "Enmienda 13" u "O.J.: Made in America", aunque éste en realidad sea una serie de ESPN?

Y lo mismo puede aplicarse a "Toni Erdmann" o "El viajante", ganadora del Oscar a mejor película en habla no inglesa. Es muy fácil dejarse enredar por las controversias de baratillo de Twitter, por los "no es para tanto" que pretenden rebajar el hype con el que llegan algunas películas a las carteleras españolas y por los ataques a algunas ganadoras de gente que, probablemente, ni ha visto ni su trailer. Lo mejor que puede decirse de estos y de todos los Oscar es que, de vez en cuando, dan una visibilidad inmejorable a cintas pequeñas, o con riesgos narrativos o temáticos que pueden hacerlas ideales para el circuito festivalero pero más complicadas para el público masivo.

Pueden convivir perfectamente taquillazos más que respetables como "Figuras ocultas" con cartas de amor al musical como la propia "La La Land" y con riesgos formales como el de "Jackie", que juega con el tiempo y con los recuerdos de Jacqueline Kennedy para entregar una poderosa historia. O con ciencia ficción tan emocional como "La llegada", una de las que mejor consigue encajar la parte intelectual y la sentimental. Tan merecidos son los premios a "La La Land" (Emma Stone levanta la película cada vez que aparece en ella, y Damien Chazelle se consagra como un director que sabe lo que hace) como el final a "Moonlight", tan intimista y especial que no es plato de gusto para todo el mundo.

¿Que su victoria es política? Pues un poco también. No sólo es una buena película, sino que su historia de hombres negros homosexuales y, en concreto, de lo realmente difícil y casi traumático que es para su protagonista, es toda una declaración de intenciones en medio del clima político y social instaurado por el presidente Trump. Las nominaciones de "Figuras ocultas" y "Loving" también tienen un componente político. Por mucho que se crea lo contrario, el cine no se hace en una burbuja.

Música de la semana: Para la elección de canción semanal vamos a volver a la tele y a "Riverdale", que sigue demostrando buen ojo para ellas. En el cuarto episodio utiliza "Muddy water", de Nick Cave and The Bad Seeds, para cerrarlo.

21 febrero 2017

Un escándalo, Trump y Diane Lockhart


Va a ser muy interesante ver los diez episodios de la primera temporada de "The Good Fight" sabiendo que Donald Trump es presidente de Estados Unidos, que la serie es muy consciente de que lo es y que, ante los puntos de vista tradicionales, por decirlo de algún modo, que el presidente tiene sobre el papel de la mujer en la sociedad del XXI, ya es un título que presenta toda una declaración de intenciones al tener en su centro a tres mujeres de diferentes edades, razas y orientaciones sexuales. Robert y Michelle King, creadores de "The Good Wife" y de su spin-off, explicaban no hace mucho que el título, "la buena lucha" (la lucha correcta), había dejado de ser cínico para pasar a ser idealista. La cara de asombro con la que Diane Lockhart ve por televisión la toma de posesión de Trump se traslada a una burbuja liberal de Chicago (en palabras del propio Robert King) que descubre que su lucha por ciertos derechos está lejos de acabarse.

Aunque "The Good Fight" utilice otro escándalo para arrancar su historia (éste financiero, en lugar de sexual y político), y sea su principal personaje nuevo, Maia Rindell, la que herede un poco parte de la trama de Alicia Florrick lidiando con las consecuencias que dicho escándalo tiene en su vida privada (que deja de serlo), es Diane el gran motor de la serie. La estafa piramidal orquestada por la familia Rindell la deja arruinada y teniendo que posponer sus planes de un retiro dorado en el sur de Francia, y aunque la clase y el nivel de su vestuario no desciende (ni muerta), va a tener que tirar de todas sus reservas de resistencia para superar todos los golpes que va recibiendo en los dos primeros episodios de la serie.

Divorcio, cuentas congeladas, David Lee haciendo de las suyas, socios reticentes a su entrada en un bufete de abogados mayoritariamente negros, una relación distante con Luca Quinn, la otra gran repescada de la serie original, la sensación de que tiene que volver a demostrar su valía, que tiene que escalar de nuevo la cima que ya había conquistado... Todo eso le da a Christine Baranski material de primera para demostrar que puede ser la gran protagonista de su propia serie, y lleva a "The Good Fight" a recuperar el tono y la atmósfera de las primeras temporadas de "The Good Wife", cuando Alicia no era todavía la abogada resabiada y la mujer que no va a permitir que nadie más la humille del final, cuando tenía que ganarse el respeto de los demás a pesar de la losa de su apellido y de ser alguien que, a una edad en la que los profesionales han alcanzado sus metas laborales, ella estaba empezando de nuevo.

En ese aspecto, casi puede decirse que Diane y Maia representan la experiencia de la señora Florrick desdoblada en dos; una tiene que reinventarse en una etapa tardía de su vida, y la otra tiene que sobrevivir como pueda a un escándalo capaz de destruirla. Y esa no es la única similitud con su serie madre. "The Good Fight" muestra que está en el mismo universo, y aunque vaya a ser un poco más directa en el tratamiento de algunos temas (emitirse en CBS All Access le da esa posibilidad), da la sensación de que va a constituir más una evolución, una adaptación de lo que era "The Good Wife" a los tiempos de Trump.

14 febrero 2017

Un aviso de programación


Probablemente os habréis dado cuenta de que, en los últimos meses, el ritmo de publicación en este blog se ha vuelto un poco más errático. Suele pasar cuando el Mundo Real conspira para que quede muy poco tiempo libre que dedicarle a este espacio, y por desgracia, ésta va a ser la tónica general a partir de ahora.

Este diario de Mr. MacGuffin no cierra ni se queda en barbecho, pero sí va a actualizarse con menos periodicidad que hasta ahora. Casi doce años son muchos para un blog y, al final, es un poco inevitable que decaiga el ritmo, que no el interés. Pero hay otros proyectos en el horizonte, de los que enteraréis en breve, que no me permiten seguir escribiendo aquí todo lo que me gustaría.

Así que habrá más entradas "macguffineras", pero quizás sean una o dos a la semana, no diariamente. Eso sí, la canción de la semana y la película y el libro que acabo de ver o que estoy leyendo sí se actualizarán regularmente. De hecho, aunque llegue con retraso, vamos con esa...

Música de la semana: "Unbreakable Kimmy Schmidt" ha lanzado su primer teaser de su tercera temporada, que se estrena el 19 de mayo, dando rienda suelta a Titus Andromedon y su obsesión con Beyoncé homenajeando una parte del videoclip de "Hold up".

07 febrero 2017

El "peligro" de no tomarse en serio


Ayer hubo una pequeña perturbación en la Fuerza en Twitter a cuenta de una lista que la revista GQ publicó de series basadas en cómics. Eran 16 y, con alguna excepción, casi todas eran de superhéroes, y de todas se ofrecía una línea con lo mejor y otra con lo peor que tienen. Teniendo en cuenta la publicación en la que apareció, no es de extrañar que la que ocupara el número 1 fuera "Daredevil", pero lo que más llamó la atención fue que en la última, "Supergirl", se destacara entre lo peor que "es tan alegre y jovial que chirría. Solo se toma en serio a sí misma en los cinco primeros episodios".

Ahí está el quid de la cuestión. Esa lista de GQ representa bastante bien cómo, en el caso concreto de las series comiqueras, se valoran más los títulos más oscuros, más serios y, a ser posible, con trama serializada, que los capítulos autoconclusivos son "de vagos". Por eso, el top 3 de esa lista lo tienen "Daredevil", "Jessica Jones" (aunque parece que sólo les interesaba Kilgrave) y "The Walking Dead"; son tres títulos en los que sus protagonistas cargan con el peso del mundo sobre sus hombros, en los que la oscuridad lo permea todo, ya sea porque Matt Murdock actúa sobre todo de noche, o por lo perturbador del poder de Kilgrave o porque Rick y los suyos están en medio de un apocalipsis zombie.

Una pátina de trascendencia y oscuridad ayuda a dar la primera impresión de que la serie tiene que ser tomada en serio. Cuanto menos humor haya, mejor. Ni el sarcasmo se permite. Dios nos libre de darnos cuenta de lo divertida que era "The Wire", por ejemplo. Pero es quedarse con una visión muy corta y pequeña de la ficción, y no ver las series por lo que son. "Supergirl" y "Legends of tomorrow" (que sí merece más estar en el último puesto) son claras respuestas a la excesiva seriedad de "Batman v Superman", por ejemplo. La primera es muy consciente de que los primos kryptonianos empezaron siendo faros de esperanza y optimismo, y ése es el camino que adopta, y la segunda quiere aspirar a conseguir el tono de las historias de aventuras ochenteras. ¿Tiene algo de malo que no se tomen a sí mismas en serio? A veces, ahí está el truco para conseguir series que realmente funcionen.

De hecho, a veces hay que recelar de las producciones que se precian de ser muy oscuras y de hablar de cosas muy importantes. Ese tono no se puede mantener durante mucho tiempo sin caer en el bajón y en utilizar la aspiración de trascendencia para ocultar faltas de ideas, por ejemplo. La misma "Daredevil" es un caso claro de las virtudes y defectos de su enfoque. La primera temporada funcionaba porque se construyó un buen villano (Wilson Fisk), los matices de la personalidad de Matt estaban bien reflejados y la dinámica entre el propio Matt, Foggy y Karen era realmente entretenida. En la segunda entrega, sin embargo, se quiso redoblar la oscuridad, redoblar las amenazas y ponerse más serios, y en ocasiones cayeron en ser un "Arrow" con ínfulas. No tomarse demasiado en serio a sí mismo siempre es algo muy sano, hasta en una serie de televisión.

05 febrero 2017

En defensa de "Girls"

"Creo que puedo ser la voz de mi generación. O, al menos, la voz de una generación". Ese chiste casi al final del primer episodio de "Girls" ha terminado definiendo el 85% de las críticas que se le han hecho a la serie creada por Lena Dunham, que la semana que viene arranca su sexta y última temporada en HBO. Las más feroces se tomaban esa afirmación en serio, como si no se hubieran dado cuenta del tipo de serie que estaban viendo, y confundían al personaje con la actriz que lo interpretaba (y la guionista y directora que lo había puesto en pie). Cualquier ataque contra "Girls" pasó a ser directamente contra la propia Dunham; que si nepotismo, que si está obsesionada con salir desnuda, que si no hay diversidad racial (una crítica que Dunham sí ha reconocido que es acertada), que si sus personajes son una panda de malcriados, egocéntricos...

Posiblemente ya hemos comentado otras veces que, precisamente, la gracia de "Girls" está en que sí, sus personajes son unos malcriados egocéntricos, y la serie lo sabe y no les pasa ni una. Nos enseña todas las meteduras de pata de Hannah, todos los castillos en el aire de Marnie, todas las dudas de Shoshanna y todos los problemas de Jessa para que veamos que las cuatro son más que meros arquetipos, que no son como las chicas veinteañeras que suelen protagonizar series de televisión. No son agradables, ni adorables, ni la mejor amiga sarcástica o la protagonista fuerte; son cuatro veinteañeras de la generación millennial, de la que creía que sólo tenían que ir a la universidad para tener la vida solucionada y se considera lo más especial del mundo. La mayor revelación de "Girls" la tuvo la propia Hannah en la segunda temporada, en aquel capítulo en el que pasaba un fin de semana en casa de un médico divorciado con la pinta de Patrick Wilson: ella no es especial, sino que quiere lo mismo que quiere todo el mundo.

El camino a la realización de las cuatro de que no son faros únicos de luz en el mundo, que hay vida más allá de sus propias necesidades (si supieran cuáles son), es lo que ha estado contando "Girls" en estas seis temporadas. Ha tenido sus altibajos y sus equivocaciones, pero la lucidez del retrato de sus protagonistas tiene pocos iguales en la televisión actual. The New York Times dedicaba un reportaje a las seis maneras en la que "Girls" había cambiado la ficción estadounidense, y quizás las más interesantes sean la falta de miedo a tener protagonistas femeninas imperfectas y la aparición de muchas más comedias de corte indie y con una voz muy personal detrás. "Broad City", "Insecure", "Master of none" o "Search Party" le deben todas parte de la razón de su existencia al camino que abrió Lena Dunham, y ese camino, además, ha estado lleno de grandes momentos.

Porque "Girls" no es sólo "One man's trash" o "The panic in Central Park", el mejor episodio de la quinta temporada. También es una colección de situaciones humorísticas realmente divertidas, pero no del modo tradicional de una comedia televisiva. Está la crisis de Shoshanna al darse cuenta de que ha tomado crack en una fiesta, la versión a lo lounge music de Kanye West de Marnie, el retiro femenino para divorciadas al que va la madre de Hannah o ese chiste inicial, ese "soy la voz de mi generación" que Hannah les dice a sus padres colocada, pretendiendo que lean su "novela" allí mismo y como excusa para que no dejen de pasarle dinero. Probablemente, la última temporada no va a otorgar redenciones a las chicas ni va a convertir a Hannah en una protagonista más fácil de "querer". Pero seguro que va a ser interesante de ver.

Música de la semana: "Girls" es, también, una de las series que mejor rueda escenas en discotecas y fiestas. En la quinta temporada, con la estancia de Shoshanna en Japón, nos enseña un concierto de FLiP, una banda femenina japonesa que empezó en el punk y luego ha evolucionado hacia algo más pop. "Girl", la canción que abre y cierra ese episodio, es de ese último disco.

03 febrero 2017

La memoria de Juan Elías


"Sé quién eres" se abre con una imagen que es, de paso, una metáfora del estado mental de su protagonista, Juan Elías, poderoso abogado de Barcelona involucrado, al parecer, en la desaparición de su sobrina. Él alega amnesia, después de haber sufrido un accidente de tráfico, y lo primero que vemos en la serie es al propio Elías, caminando solo, en medio de la niebla, por una carretera. Poco a poco, la niebla se despeja y se da cuenta de que, efectivamente, está en una carretera en medio de un bosque. La claridad se hace en el plano, pero no en la mente de Elías. O eso dice él. Aunque también puede ser que la claridad que adquiera sea otra, y no la de sus recuerdos.

Ahí está el juego y el misterio de esta serie de Telecinco, obra del equipo que forman Ivan Mercadé en los guiones (como coordinador, en este caso) y Pau Freixas en la dirección, un equipo responsable también de "Cites". La sobrina de Juan no aparece, pero se encuentra su sangre en el coche de él, y su socio en el bufete y su mujer, jueza, cierran filas para intentar salvar los muebles. ¿Pero qué está pasando en la cabeza de Juan? ¿Realmente no recuerda nada? ¿O no es más que un engaño? ¿De verdad le horroriza descubrir la clase de hombre que era antes del accidente? A su alrededor se mueve también la familia de su sobrina y un joven bufete de abogados contratado como acusación particular, más el policía encargado de investigar el caso. Todos ellos buscan a Ana Saura con sus propios intereses de por medio.

Porque gran parte de la gracia de "Sé quién eres" no sólo es averiguar hasta qué punto está siendo sincero Juan Elías, sino qué buscan todos los involucrados en el caso, qué provecho quieren sacar. Esto no es tanto como el retrato que "Forbrydelsen" o "The Killing" hacían de la familia de la chica asesinada en sus primeras temporadas, una familia rota por el dolor. Aquí hay más cinismo. Todos pueden estar preocupados por el paradero de Ana, por si está muerta, pero no dejan de calcular las probabilidades de que el caso les hunda o les beneficie.

Apenas se han emitido tres episodios, así que es pronto para saber si "Sé quién eres" acabará como una de las revelaciones de la ficción nacional de este 2017. De momento, apunta buenas maneras, incluso con algunas interpretaciones muy acartonadas y esa manía de las series españolas de no mencionar explícitamente la ciudad en la que transcurren, aunque en ésta ha llegado a verse el letrero de un hotel que decía "Meliá Barcelona Sky". El misterio se va desenredando al ritmo corecto para engancharnos y, al mismo tiempo, que no parezca que están jugando con nosotros, y Elías es lo suficientemente enigmático como para no nos cansemos de su excusa eterna de "no recuerdo nada", o de su desprecio al ver la vida que llevaba antes. Porque puede estar amnésico, puede afirmar que ya no es aquel hombre, pero la arrogancia del abogado estrella sigue estando ahí.

01 febrero 2017

Justicia para Jules


ALERTA SPOILERS: Seguid leyendo sólo si habéis visto el final de la primera (y esperemos que no única) temporada de "Sweet/Vicious".

La primera temporada de "Sweet/Vicious" ha caminado una cuerda floja muy difícil. Su mezcla de historia de justicieras, de comedia negra universitaria y de drama casi de denuncia sobre la cultura de la violación en los campus estadounidenses no era sencilla de conseguir, y mucho menos de mantener durante diez capítulos de una hora. Se corría el riesgo de frivolizar y sensacionalizar el tema, o de victimizar y culpabilizar demasiado... El equilibrio se ha mantenido de una manera que ha convertido a la serie de MTV en una de las mejores de este arranque de 2017, aunque se estrenara a finales del año pasado, pero sus audiencias han sido tan bajas, que The Hollywood Reporter la ha bautizado como "la mejor serie de la que nunca has oído hablar".

"Sweet/Vicious" se ha dado cuenta también de que no podía alargar indefinidamente que Jules y Ophelia no se metieran en problemas por sus actividades de justicieras. Los dos episodios sobre la búsqueda de la policía del vigilante enmascarado (búsqueda hecha siguiendo los protocolos que se siguen en caso de tiroteo) y sobre la violación de Jules, que vemos en varios flashback, han sido, probablemente, los mejores de la temporada por como lo centraba todo en el intento de una de sus protagonistas por asumir lo que le pasó e intentar superarlo, aunque realmente nunca vaya a hacerlo. No perder de vista cuál era su centro emocional ha sido uno de sus grandes logros, eso y que la trama nunca se ha detenido.

Si Jules y Ophelia empezaban a coquetear peligrosamente con que las descubrieran (sobre todo a través de la investigación de Harris y de sus propios errores), alguien tenía que acabar descubriéndolas, del mismo modo que no podía dilatarse durante demasiado tiempo la confrontación de Jules con Nate y Kennedy. El primero acaba retratado como alguien demasiado encantado con su privilegio de deportista blanco con buenas conexiones, que no es capaz de pensar que puede haber hecho algo malo o que no puede coger cualquier cosa que le venga en gana. A Nate no le entra en la cabeza que lo que hizo con Jules estuvo mal, y la manera en la que parte de los alumnos, y la directiva de la universidad, lo apoyan expone el principal objeto de crítica de "Sweet/Vicious", que es la respuesta de las instituciones y la culpabilización de la víctima. En cuanto a Kennedy, su evolución a lo largo de los diez episodios, de no fiarse del todo a Jules a apoyarla incondicionalmente, ha estado mejor llevada de lo que parecía en un principio.

El cierre de la temporada ha representado todo lo que ha hecho de "Sweet/Vicious" un visionado muy disfrutable. Ha tenido momentos emocionales y emocionantes, ha dejado abierta la posibilidad a que Jules y Ophelia tengan la contribución de casi todos los alumnos en sus actividades como justicieras (elaborando unas tramas a la altura de "Veronica Mars"), y no se ha olvidado de los toques de humor. Se la echará mucho de menos si MTV decide no seguir con ella.