05 enero 2015

Serpientes en el jardín


ALERTA SPOILERS: La cuarta temporada de "Homeland" terminó hace ya unas semanas, pero por si acaso no vais al día, no sigáis leyendo si no sabéis por qué Carrie va de negro en la foto de arriba.

“No puedes tener serpientes en el patio trasero y esperar que sólo piquen a tus vecinos”. Durante los doce episodios de la cuarta temporada de “Homeland”, Hillary Clinton ha repetido esa frase en los títulos de crédito, pero no somos capaces de apreciar del todo lo que quiere decir hasta el último episodio, el que lidia con todas las consecuencias de las acciones que vimos en los dos o tres anteriores. Con esta entrega, ha habido unas reacciones muy curiosas entre los críticos y los espectadores, más que decidir si la serie estaba gustándoles, si querían seguir viendo capítulos, se pasaron toda la temporada intentando averiguar si “Homeland” se había redimido, si había superado el bache de la familia de Brody en las dos temporadas anteriores, y no estoy muy segura de que nadie sepa a qué conclusión se ha llegado.

La serie no ha buscado redimirse (o no lo parecía). Se ha zambullido de lleno en la trama de espionaje en Oriente Medio que siempre se le ha dado bien, mostrando que la inteligencia estadounidense se mete a maniobrar allí sin saber exactamente qué está pasando. A veces, ni siquiera tienen una panorámica general de la situación. Desde el bombardeo de la boda y el linchamiento de Sandy Bachman, Carrie y los demás han ido siempre por detrás del ISI (la inteligencia paquistaní, no confundir con el IS, el Estado Islámico) y de Haqqani. Por mucho que lo intentaran, siempre se les escapaban las claves para entender el plan que estaba desarrollándose ante sus narices,  nunca conseguían comprender que su ayuda en la zona era el mejor caldo de cultivo para los terroristas, deseosos de encontrar un enemigo externo con el que oprimir a los que terminan recibiendo siempre bofetones desde todas partes, el pueblo llano.

Todas esas maniobras de espionaje y contraespionaje, de drones que son sorprendemente fáciles de identificar (con lo que se pierde el factor de invisibilidad), de reclutamiento de fuentes sobre el terreno, de pugnas internas por el poder, de traiciones y de espías muy ingenuos como Dennis Boyd culminan en un tenso episodio sacado de los mejores momentos de “24”, ese asalto a la embajada estadounidense en Islamabad que, como bien apuntan en la serie, recordaba al que sufrió la delegación diplomática norteamericana en Bengasi (Libia), en 2012. En esas sangrientas trece horas culminan todas las tramas que hemos visto y se alcanza un clímax emocional que se extiende hasta el siguiente episodio, con Peter Quinn buscando venganza en el mejor estilo Jack Bauer. No es de extrañar que, después de esa concatenación de sucesos, un final de temporada tan reflexivo y de ritmo lento como “Long time coming” dejara a los espectadores sorprendidos, porque nadie esperaba que “Homeland” se decantara por el esquema “The Wire” de cierre de temporadas.

Su último capítulo es el de las consecuencias, el que muestra hasta qué punto el fracaso en Islamabad tiene ramificaciones personales y profesionales para todos los implicados. No sólo tenemos de vuelta en el juego a Dar Adal (el único que va todavía más por delante que el resto de la CIA, haciendo tratos con quien haga falta para lograr sus aún misteriosos propósitos), sino que vemos a Carrie replanteándose las que deben sus prioridades. Es probable que la muerte de James Rebhorn, el actor que interpretaba a su padre, decantara en parte el tono del episodio, en el que lo que mejor funciona no sólo es la parte de Dar Adal y Saul, sino el duelo de Carrie y su hermana por su padre (los primeros planos por sus cosas desplegadas sobre la cama, el discurso de Mathison en el funeral…). La aparición repentina de su madre ha generado no pocas críticas (lo mismo que ese beso con Quinn), y lo cierto es que los paralelismos entre la personalidad de ella y la de Carrie estaban un poco forzados, pero es notable que la serie decidiera cerrar la temporada centrándose en el estado emocional y psicológico de su protagonista. Supongo que a los espectadores que no les guste Carrie les resultó un mal final. Pero es que, entonces, no sé qué hacen viendo aún “Homeland”.

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